El mito de la energía nuclear se edificó sobre seis mentiras. El
lobby atómico norteamericano la calificó inicialmente de panacea por
ser “abundante, segura y barata”. Luego llegaron los atributos de
“autóctona” –la OCDE la considera fuente nacional–, “limpia” porque no
emite gases de efecto invernadero e “imprescindible” para el suministro
energético actual y futuro.
La “seguridad”, tras la tragedia de Fukushima –sin contar con actos de
guerra o terrorismo– es una creencia mítica sin fundamento. La reciente
explosión de un horno de residuos nucleares en Francia ha puesto una vez
más en evidencia la inmadurez de la tecnología nuclear frente al
riesgo. La inconmensurabilidad monetaria de los riesgos ya se plasmó en
las dramáticas cuentas de los efectos sociales y económicos de
Chernobyl. Por ello, las aseguradoras excluyen el riesgo nuclear de sus
coberturas en las pólizas privadas. En España, la responsabilidad civil
de los titulares de las instalaciones es de 1.200 millones de euros (Ley
12/2011), monto insuficiente a la vista de la magnitud de los
siniestros.
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