Y el 19-J superó al 15-M. El movimiento de los indignados, que empezó como una reacción espontánea ante “las injusticias” del sistema socioeconómico imperante hace algo más de un mes; que siguió siendo un campamento-protesta; y que terminó diversificado en asambleas de barrio y alimentado en las redes sociales, volvío a demostrar ayer su vitalidad y, sobre todo, su gran capacidad para canalizar los sentimientos de hartazgo, desencanto, frustración e incomprensión de una parte importante de la población española.
Por lo que ocurrió en las
principales ciudades de todo el país, donde se concentraron en sucesivas
manifestaciones, más de 200.000 personas (entre 37.000 y 42.000 en
Madrid, según el cálculo realizado para EFE por la empresa Lynce; en
Barcelona 98.000, según las estimaciones de este diario, 75.000 según el
ayuntamiento y 50.000 según los Mossos; 25.000 en Valencia, 16.000 en
Galicia, según los primeros datos de la policía local; 15.000 en Palma;
5.000 en Sevilla; 30.000 en Canarias...), parece que la gente ha
entendido perfectamente que los incidentes violentos
ocurridos en los días pasados junto al Parlamento catalán no tienen
nada que ver con el movimiento 15-M, que había llamado a la movilización
de los indignados de todo el país y que cobró un especial protagonismo
en Barcelona por aquellos antecedentes y el multitudinario seguimiento
de la protesta.
En las movilizaciones de Barcelona, las agresiones e insultos a los diputados catalanes desaparecieron del imaginario colectivo, tras
un recorrido festivo en el que no se produjo ningún incidente. El
movimiento había pedido a los violentos que no se presentasen a la cita.
Y así ocurrió. El servicio de orden interno mantuvo un control estricto
a lo largo de la manifestación, informa Jesús García.
El único incidente de la manifestación se produjo cuando dos agentes de
los Mossos d’Esquadra de paisano fueron descubiertos. Algunas personas
les increparon, pero los responsables de seguridad del colectivo les pararon los pies y los policías se fueron del lugar hacia sus furgonas.
"En caso de ver a un violento, hay que
intentar dialogar y, si no nos hace caso, nos sentamos pacíficamente en
el suelo y le señalamos".
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