Las dos variables fundamentales para determinar la cuantía de
las pensiones de jubilación son el periodo de cotización y las
aportaciones realizadas durante el mismo. Dado que en España la
afiliación a la Seguridad Social es obligatoria, la carrera de
cotización corre paralela a la vida laboral, y las aportaciones tienen
una relación muy directa con el sueldo percibido. Por tanto, para
alcanzar la pensión máxima del sistema que ahora es de 34.526 euros
(2.466 al mes, por catorce pagas), se precisa una carrera larga y sueldo
de tipo medio y alto.
Esta pensión podía lograrse hasta ahora con 35 años de cotización, y
calculada sobre las aportaciones de las 15 últimos. Pero tras la
reforma aprobada el pasado jueves en el Congreso, el acceso se ha
endurecido notablemente.
Por ley la Seguridad Social proporciona una pensión de jubilación
contributiva (que tiene una relación directa con las aportaciones, al
contrario que la asistencial, que tiene garantía financiera del Estado) a
quien acredite al menos 15 años de cotización y haya cumplido los 65 de
edad. Con catorce años y 11 meses sólo se puede recibir la pensión no
contributiva, pero pueden alcanzarse los 15 años prolongando la
cotización más allá de la edad de jubilación legal. Eso sí: una pensión
contributiva lograda con 15 años y un día de cotización puede
convertirse en la fórmula con mayor retorno posible, puesto que el
Estado garantiza con complementos a mínimos la pensión mínima legal,
aunque el cotizante no haya financiado ni la mitad.
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