En
la actualidad estamos viviendo una serie de “no casualidades” como
concentraciones, protestas pacíficas, e incluso, violencia callejera,
relacionadas con un conjunto de “causalidades”, como desempleo,
injusticia social, discriminación, recortes en ayudas, etc., derivadas
de una nueva crisis económica y social donde todo es generador potencial
de situaciones de inseguridad.
Causalidades derivadas de tiempos en los que se han creado y
estimulado burbujas económicas y políticas que han obviado tanto a la
economía real como la política cercana. Hemos despreciado el principio
inexcusable de que hay que pensar en global pero actuar en local. Ha
sido una huida hacia adelante en la que hemos hecho caso omiso de las
alertas que indicaban que el sistema económico-social que indolentemente
nos consentíamos no era viable, e incluso amenazaba conceptos
especialmente apreciados en la Europa de la posguerra y que están en el
origen del bienestar actual, gravemente amenazado por la crisis
financiera y social.
Lo cierto es que, hasta que el problema de la deuda se resuelva, la
economía va a sufrir horriblemente y la inestabilidad política y social
aumentará. Y más grave todavía es que la economía mundial está entrando
en “una nueva y más peligrosa” fase debido a esa crisis de la deuda en
Europa, como ha advertido recientemente el presidente del Banco Mundial,
Robert Zoellick, durante una entrevista con el diario “The Australian”.
Las preocupaciones por la deuda europea son mucho más graves que las
que hicieron rebajar la calificación de la deuda estadounidense y, según
consideró: “Estamos en los primeros momentos de una tormenta nueva y
diferente; no es la misma que en 2008… La lección de 2008 es que cuanto
más tarde se actúe más habrá que hacer”, concluyó.