30 abr 2012

Guarda de Campo una profesión de riesgo


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todo el tiempo en la más absoluta soledad.
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El colectivo se enfrenta cada día a insultos, amenazas e incluso agresiones de los propios socios de los cotos por restringirles la caza
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Conocen el campo como la palma de su mano y 
son desde finales del siglo XIX los únicos 
históricamente avalados para proteger de robos, 
cazadores furtivos y daños en las cosechas al 
medio rural. Durante más de un siglo han sido el
 apoyo indispensable de la Guardia Civil, creada 
en 1874 sólo tres años antes que los guardas 
particulares de campo, en esta labor de 
vigilancia en la que se enfrentan cada día a 
situaciones que ponen en riesgo su vida, pero
 que asumen con valentía y profesionalidad. En 
la provincia de Málaga hay alrededor de medio 
centenar de vigilantes rurales que son 
requeridos para controlar vías férreas, parques 
eólicos, fincas, cotos de caza, romerías o 
cualquier evento que tenga lugar en el medio 
rural. 


Es una figura poco conocida para los que no están demasiado familiarizados con el medio rural. Pero quizás les suene más si supieran que es el equivalente al vigilante de seguridad que merodea el interior de un centro comercial o una estación de tren en un núcleo urbano. Ambos están regulados por el Ministerio del Interior y tienen autorización para portar armas de fuego y realizar incluso, en caso de que fuese necesario, una detención. 

Sin embargo, en la práctica las condiciones en las que estos guardas tienen que desempeñar su trabajo a diario no son tan idílicas. Hacer frente a los cazadores furtivos que se adentran en los cotos sin ningún pudor y a los grupos de ladrones que de forma tan organizada actúan en las fincas rurales para apropiarse de todo lo que se encuentran a su paso les ha dado un susto a más de uno.

Insultos, amenazas de muerte e incluso agresiones son demasiado habituales últimamente entre los que se dedican a esta profesión. Con el aumento de los robos que se están produciendo en el campo en los últimos años, dicen estar vendidos. A Francisco Delgado, un guarda particular de campo que a sus 58 años lleva 40 en la profesión, su trabajo estuvo a punto de costarle la vida. Fue hace unos años cuando un grupo de rumanos que entró a robar aceitunas en la finca que vigilaba fueron sorprendidos in fraganti por este guarda que sin dudarlo decidió perseguirlos con su coche cuando trataban de huir en un vehículo sin darse cuenta de que otros compinches lo seguían a él. "De repente me embistieron por detrás y me estrellé contra un árbol. Me dejaron inconsciente con una fractura de cráneo hasta que alguien me encontró y sobreviví de milagro", contó con la resignación de ser consciente del peligro que corre pero con la seguridad de saber que no dejará un trabajo del que vive desde que tenía apenas 18 años.